Artículo de opinión del Dr. Ángel Hernández Gil, Presidente de la Comisión de Deontología del Consejo Andaluz de Colegios de Médicos.

Hace ya más de dos meses que los médicos de Atención Primaria en Andalucía vienen reclamando reivindicaciones que abocaron en la huelga convocada por el Sindicato Médico Andaluz, exigencias a todas luces justificadas: cupo máximo adecuado de pacientes; diez minutos mínimos de asistencia por acto médico; libertad en solicitud de pruebas diagnósticas y en prescripción terapéutica; sustituciones inmediatas ante ausencias; o equiparación de sueldos con compañeros de otras regiones del país. Entre las múltiples referencias del Código de Deontología que respaldan dichas pretensiones debe destacarse la contenida en el artículo 21.1.: El médico tiene el deber de prestar a todos los pacientes una atención médica de calidad humana y científica; o la incluida en el artículo 45.2: El médico pondrá en conocimiento … las deficiencias de todo orden, incluidas las de naturaleza ética, que perjudiquen la correcta asistencia. En este sentido, tanto la Comisión de Deontología y Etica como el propio Consejo Andaluz de Colegios de Médicos prestaron su adhesión y apoyo a tales demandas.

Es innegable que estas situaciones inciden, en mayor o menor grado, en el estado de ánimo y actitud del mejor de los profesionales. Si a ello le asociamos una actividad profesional cuasi funcionarial, dominada por la burocracia, encorsetada por el cumplimento de protocolos, cuestionada por objetivos economicistas, sometida por la presión asistencial, la existencia de una sociedad sumamente reivindicativa, sin tolerancia al error, con el incesante peligro de denuncias por presunta mala praxis y la denigrante plaga de agresiones sanitarias, nos encontramos con que el ejercicio diario de nuestra profesión cada día se torna más difícil y complicado. Todos estos factores favorecen que el ejercicio médico vaya acompañado de desilusión, desánimo, desapego, deshumanización del acto médico, y que cada día con mayor frecuencia se presente el síndrome de burnout o de desgaste profesional.

Por todo ello, más que nunca resulta necesario acercarse a la búsqueda de los valores esenciales que siempre acompañaron el ejercicio de la medicina. Desde el Juramento Hipocrático, actualizado en la Declaración de Ginebra de 1948 y posteriores revisiones –siete de ellas, la última tras la 68ª Asamblea General de la Asociación Médica Mundial celebrada en Chicago, Estados Unidos, en octubre de 2017- han venido señalándose los principios que siempre inspiraron y regularon la profesión médica. Sin ningún género de dudas, el principal compromiso del médico viene recogido en la promesa de velar ante todo por la salud y el bienestar de sus pacientes.

El artículo 5.3 de nuestro Código de Deontología actualmente vigente reza como sigue: “la principal lealtad del médico es la que debe a su paciente y la salud de éste debe anteponerse a cualquier otra conveniencia”. El bienestar del paciente debe primar ante cualquier otro valor, muchas veces a costa de generosidad, esfuerzo y sacrificio por parte del médico, que indudablemente será debidamente reconocido por el enfermo y la sociedad en la que convive. Así mismo, la ancestral vocación de los médicos de servicio de atención a los pacientes y a la sociedad debe ir acompañada de una mejora continua en el ejercicio profesional y en la calidad asistencial, y de una actitud impregnada de altruismo, integridad, honradez, veracidad y empatía, que son esenciales para una relación asistencial de confianza plena.

La relación médico paciente, basada en el trato humano y personalizado, siempre debe ser el pilar básico en el que asiente el acto médico. No existe mejor ejemplo de simbiosis profesional que la presente en una adecuada relación entre médico y paciente. El paciente que está enfermo o sufre, necesita a un médico que le llame por su nombre, le mire a sus ojos, le escuche, le toque con sus brazos, le explore, comprenda su enfermedad, le transmita confianza, le cure a veces, le alivie a menudo y le consuele siempre. A su vez, el médico detesta los usuarios, precisa de pacientes, necesita una relación donde prime la mutua confianza, la comunicación, la atención, el respeto, la amabilidad, la cordialidad. Nada reconforta más a un médico que unas palabras o una mirada de agradecimiento sincero de un paciente o familiar que se sintió bien atendido. Nuestra profesión es tan sencilla, y a la vez tan grande, que no requiere nada más. Es por ello, que por muchos que sean los obstáculos y deficiencias con que el médico se encuentre en el ejercicio de su profesión, nunca debe separarse del amor y lealtad a sus pacientes. Es un patrimonio único e inigualable que debe ser debidamente cuidado y custodiado. Quizás por eso, la medicina siempre será la profesión más bonita del mundo.

Publicado en Andalucía Médica

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